martes, 24 de abril de 2012

Sant Jordi, caballero y mártir,


Sant Jordi, caballero y mártir, es el héroe de una gran gesta caballeresca, que la voz popular universal sitúa en las tierras lejanas y legendarias de la Capadocia, pero que la tradición catalana cree ocurrida en los alrededores de la villa de Montblanc.

Dicen que asolaba los alrededores de Montblanc un monstruo feroz y terrible, que poseía las facultades de caminar, volar y nadar, y tenía un aliento espantoso, hasta el punto que desde muy lejos, con sus bocanadas envierinava el aire, y producía la muerte de todos los que lo respiraban. Era el terror de los remates y de las gentes y por toda aquella comarca reinaba el terror más profundo.Las gentes pensaron darle cada día una persona que le serviría de presa, y así no haría estragos a diestro y siniestro. Van ensayar el sistema y dio buen resultado; el caso difícil fue encontrar quien se sintiera suficientemente aburrido para dejarse comer voluntariamente por el monstruo feroz. Todo el vecindario concluyó hacer cada día un sorteo entre todos los vecinos de la villa, y aquel que destinara la suerte sería entregado a la fiera. Y así se hizo durante mucho tiempo, y el monstruo se deiuria olor satisfecho, pues dejó de hacer los estragos y maldades que había hecho antes.He aquí que un día la suerte quiso que fuera la hija del rey la destinada a ser presa del monstruo. La princesa era joven, gentil y gallarda como ninguna otra, y hacía mucho duelo tener que dar a la bestia. Hubo ciudadanos que se ofrecieron a sustituirla, pero el rey fue severo e inexorable, y con el corazón lleno de dolor dijo que tanto era su hija como la de cualquiera de sus súbditos. Así, el rey se avino a que la princesa fuera sacrificada.La doncella salió de la ciudad sola y asustada, y comenzó a caminar hacia la guarida del monstruo. Mientras, todo el vecindario, desconsolado y alicaigut, miraba desde la muralla como la princesa iba al sacrificio.Cuando llevaba un rato caminando se le presentó un joven caballero, cabalgando en un caballo blanco, y con una armadura dorada y reluciente. La doncella, esborronada, le dijo que huyera deprisa, puesto que por allí rondaba una fiera que en cuanto lo viera haría picadillo. El caballero le dijo que no temiera, que no le iba a pasar nada, ni a él ni a ella, puesto que él había venido expresamente para combatir al monstruo, para matarlo y liberar del sacrificio a la princesa, así como a la ciudad de Montblanc del flagelo que le representaba la vecindad de aquel monstruo.Entre éstas, la fiera se presentó, con gran horror de la doncella y con gran gozo del caballero, que la acometió y de una lanzada la hirió. El caballero, que era Sant Jordi, ató la bestia por el cuello y la dio a la doncella para que ella misma la llevara a la ciudad. El monstruo siguió todo manso y estemordit a la princesa. Todo el pueblo de Montblanc, que había presenciado la pelea desde las murallas ya esperaba con los brazos abiertos la doncella y el caballero, y en medio de la plaza desahogarse su odio contra la fiera, de la que pronto no quedó pedazo.El rey quería casar a su hija con el forcívol caballero, pero Sant Jordi replicó que no la merecía; dijo que había tenido una revelación divina sobre la necesidad urgente de ir a combatir al dragón feroz y liberar a la doncella, y con ella la ciudad de Montblanc. Y así lo había hecho con la protección divina y por mandato divino. Por lo tanto, él no había hecho nada por él mismo y no merecía ningún premio.Entonces, San Jorge desapareció misteriosamente, tal como había aparecido.Texto extraído del Costumari Catalán de Joan Amades.

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